sábado, 24 de marzo de 2012

De como un par de sillas abandonadas encontraron nuevo hogar

Una tarde al pasar por un contenedor, mis hijas y yo vimos un grupo de sillas.
 Durante el trayecto a casa la conciencia me iba remordiendo por no haberlas mirado ni siquiera un poquito para ver como estaban..
Así que cuando llegamos a casa sin siquiera aparcar, volví a arrancar el coche y fuimos a buscarlas.
Había tres o cuatro sillas, algunas eran como silloncitos o lo fueron en su día porque les faltaban los brazos.
Metí dos en el coche, las que me parecieron que tenían " mejor aspecto" ,por otro lado no cabían más, sin embargo tenía  la sensación que cuando las revisara tendría que volver con ellas al contenedor .
El aspecto de las sillas era asqueroso, el relleno era de paja y tenía toda la porquería del mundo, ademas como se habían roto los muelles, algunos colgaban oxidados, y para poder sentarse  les habían puesto unos listones de madera de unos cuatro dedos de grosor con tornillos de ocho cm.
En ese momento estuve en un tris de abandonar.
A los pocos días, me dije que unas sillas no iban a ser capaces de vencerme y comencé a desmontarlas.
Estaban pintadas de un"barniz "rojo de una gran dureza que me dio un trabajo enorme y además tenían algunas piezas de refuerzo de los ángulos del asiento rotas, por lo que tuve que encolar y" fabricar" otras.
Lo demás la parte fácil, imprimación, varias manos pintura al agua blanco roto (mi favorita) y una pátina de cera gris. Y este es el resultado.
Ahora lucen orgullosas una, en casa de mi hija y la otra,en el recibidor de casa.

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