viernes, 6 de abril de 2012

De como la necesidad agudiza el ingenio

Necesitaba un cabecero para decorar una habitación que habíamos cambiado de doble a de matrimonio, ya que alguno de mis hijos se había casado recientemente.


Nada de lo que veía me gustaba, y , tampoco me apetecía gastar mucho dinero, ya que era para la casa de la playa, a la que vamos dos veces al año.
Un día encontré un biombo de esos de junco o mimbre. Era algo parecido a este, pero ni la mitad de bonito  y además destrozado, lo habían roto a patadas, pero yo ilusa de mí creí que lo podría arreglar.


Cuando lo llevé a casa me dí cuenta que eso no iba a ser posible.
 Toda la familia  me decía que lo tirara, pero me empeciné en arreglarlo en medio de la desconfianza general.
Lo primero que hice fue desmontarlo por completo, mimbre, paja y madera. Luego elegí las tres piezas que estaban mejor (el biombo era de cuatro hojas), y las corté a la medida de la altura que quería para mi cabecero.
Al estar vacío quedaba un cuadrado en el centro, antes estaba cubierto con el mimbre.
Cubrí esos huecos con unos tableros de DM y les puse alrededor una moldura, para simular un cuadro.
Una vez que tuve todo preparado, lo lije, le dí varias manos de imprimación y lo pinté de blanco roto.
Después busqué una lámina que me gustase, la craquelé con alkil y Vallejo y por último una mano de cera con acrílico gris.
Así quedó la habitación después de añadirle algunos detalles

A mí me gusta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario